El siglo XVIII va a moverse entre dos polos. De una parte el arte refinado y frívolo, cortesano y juguetón del rococó.
Por otra, la ordenación racional de lo claro, lo simple y lo útil, que defiende el neoclasicismo.
A fines de siglo y desde las propias filas del neoclasicismo triunfante, surgirá, primero tímidamente pero luego con gran fuerza, una actitud nueva, que profundizando en el subjetivismo, desembocará en el romanticismo.

Theodor Gericault
El siglo XVIII asistió pues al fin de las últimas formas barrocas, el arte del poder por excelencia. El arte rococó triunfó en la primera mitad del siglo teniendo como máximo exponente las realizaciones del reinado de Luis XIV y sobre todo Luis XV, en Francia.
La Ilustración volvió al racionalismo y a la recuperación de los ideales grecoromanos por lo que el neoclasicismo acompañaría los cambios que produciría la Doble Revolución.
Paralelamente nacería la tensión entre el mundo de la razón y el corazón, entre el neoclasicismo y el romanticismo. Ambos compartirían momento, artista e incluso escenario, pero no temática ni finalidad.
Teodoro Fernández
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